Nunca dejarás de sorprenderme. Me has sacado de mi locura, y me has metido en la tuya propia. Me has hecho soñar cosas que nunca antes había soñado. Me has hecho más fuerte y más inteligente (aunque lo pongas en duda). Me has enseñado, sin enterarte, a verlo todo de otra forma.
No puedo hacer otra cosa que darte las gracias.
¡Y qué vivan los chalados!
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