viernes, 22 de julio de 2011

Vamos al frío.

Te abracé, y no te lo esperabas. Mis brazos rodearon tu cuello, los tuyos, rodearon mi cintura. Notaba tu corazón latiendo en mi pecho. Iba rápido. ¿Estabas asustado, o emocionado? Que más daba. Mi corazón siguió el compás del tuyo, y ambos corazones, se fundieron en una sonata de latidos que ofrecían una bellísima banda sonora a nuestro momento. Y así fue como, por un segundo, quería que aquello no acabase nunca.

L.S.

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